miércoles, 18 de noviembre de 2009

Solo por música

No hay mayor engaño, sobre todo para el género femenino que la idea de amor romántico. Nos criamos entre historias de princesas que nos condicionan el resto de nuestras vidas.

Buscamos un Richard Gere que nos saque de la miseria por amor, o un hombre que luche por nosotras, en sentido metafórico (aunque algunas les gusta el literal) cuando tenemos una ruptura se nos acaba el mundo. Y todo esto porque nos han explicado que el amor es así; extremo, asfixiante e imprescindible.

El amor no tiene nada de romántico, es un conjunto de reacciones químicas que se parecen más a una enfermedad que a un estado de extrema felicidad.

No seré yo la que diga que no se debe fantasear acerca de las relaciones pero en el día a día opino que debemos tener claro que el amor ha de ser y es algo más que mariposas en el estomago o una atracción visceral. Encontrar el respeto por una misma y no tener relaciones codependientes es la primera asignatura. Al menos para mí que a veces confundo sueños con realidad.

Ahora bien, si hablamos de arte. Ahí sí. Si que tiene cabida la exaltación del amor como fin, principio y sustento de toda vida humana. Encontramos representaciones de ello en el cine, la pintura, escultura, literatura, arquitectura y por supuesto en la música, es en ella en la que me centrare hoy y más concretamente en un aria que refleja toda grandiosidad del amor romántico: Che farò senza Euridice “perteneciente a Orfeo e Euridice deGluck.

En esta ópera basada en la mitología griega relata los esfuerzos que hace Orfeo por rescatar a su amada del inframundo mediante su música y como en el último instante la vuelve a perder, esta vez para siempre. Es en ese momento en el que se recrea esta aria maravillosa escrita en un primer momento para un castrato (con disgusto de Gluck) y después representada en su (re) estreno en parís por un tenor. La altísima tesitura exigida (el tenor debe alcanzar cómodamente el re5), hizo imposible la viabilidad de la ópera una vez desaparecidos semejantes atletas vocales, hasta que Beriloz revisó la obra para contralto/mezzo in travesti (ósea haciendo de hombre) versión que, normalmente, es la que hoy podemos disfrutar.

Toda el aria tiene un ambiente absoluto de tristeza y desolación enfatizado hacia el final por un recitativo: Ah no recibo/ ya socorro/ni esperanza/ de la tierra/ ni del cielo. Sé que es algo horriblemente pretencioso hacer recomendaciones y más si no son solicitadas, pero no puedo dejar de aconsejar a cualquiera que pose sus ojos sobre este humilde blog que escuche esta sublime aria. Es la mejor manera de sentir amor y sin duda la menos dolorosa.

1 comentario:

  1. Se ve tristeza, en esta entrada. Oh! me he quedado chof!. Me gustan más los ascensores y tus historias de melón.Son mas divertidas.

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