Siempre he sido gorda, aunque primero fui recia, llenita, gordita y luego gorda. Tuve una etapa en la que seguí un régimen y alcance mi peso ideal pero me costó mucho esfuerzo: dos años de dieta sin poder saltármela ni un solo día supervisada por un médico y con constantes revisiones. Cosas de los humanos... pasado ese tiempo volví sobre mis pasos: recia, fuerte, gordita, gorda, obesa… y ahí me quedé (hasta hace dos meses).
No puedo echarle la culpa a nadie, ha sido mi decisión, pero me excusaré diciendo que no me di cuenta hasta dónde estaba llegando, simplemente me abandoné, miré hacia otro lado. Alguna vez sospeché que tenía un problema con la comida o con mi actitud hacia ella, que tal vez le daba un lugar que no le correspondía.
Estoy a dieta de nuevo: hago siete comidas al día, todas livianas ya que soy ovolacteovegetariana, así que la mayoría son verduras, legumbres, cereales o lácteos (queso... Agh!).
Lo llevo todo lo bien que puedo. Tengo días en los que me gustaría ir al super a comprar toda la comida que pueda y encerrarme en casa solita a devorar hasta quedarme sedada, pero me doy cuenta de que este tipo de cosas han sido las que me han traído hasta la situación que ahora quiero evitar. Seguir así sólo me va a llevar a sentirme peor o a tener un infarto.
Complejo, lo que se dice complejo, no he tenido nunca. Es algo extraño lo que siento: un día me doy cuenta de que estoy muy gorda y otro me parece que estoy hecha un figurín, pero no suelo obsesionarme ni con lo uno ni con lo otro. Quizás he tenido mucha suerte con mi entorno, que siempre ha sido cariñoso. Nunca he podido decir que estuviera sola, aunque tal vez sea por mi personalidad fluctuante o por los astros, yo que sé...
Me pregunto qué nos salva de caer en los trastornos alimenticios porque tras estar sumergida una semana en el mundo de las princesas me doy cuenta de que éstos son muy comunes. La mayoría de las princesas -hablaré en femenino porque la mayoría son mujeres- son muy inteligentes, con una gran capacidad de concentración, casi todas con buenas notas, una (aparentemente) buena vida social, y por supuesto una fuerza de voluntad que ya la quisiera para mí. Pese a que el resto del mundo les diga que se equivocan, ellas tienen el convencimiento de que hacen lo que deben. Eso es algo que mucha gente no puede decir y por ello casi las envidio.
He decidido no ver/leer nada más; las imágenes de sus blogs, sus poesías, la estridencia de sus escritos, su tristeza y su decisión, la obstinación.... La razón y sin razón de todas ellas me sobrecogió. Pensé que si leía sólo uno más acabaría apuntándome a una carrera de kilos o algo así. Es como estar en una reunión de una secta o ver el teletienda, hay veces que resultan tan elocuentes y convincentes que te dan ganas de decir: “¡¡¡Qué carajo… Ponme cuarto y mitad!!!”.
El mundo de Ana y Mia es otra dimensión. Frases como: “Yo sé que soy anoréxica... pero nadie dijo que ser princesa fuera fácil”, “Soy una cerda... ayer comí, y luego, como me sentía mal, llamé a Mia”, ”Llevo 30 días de ayuno total y me siento fantástica...”, ”Si eres una wannabe no sigas leyendo, mejor que no entres”. A cualquier mortal le pondría los pelos de punta, pero para las princesas su tónica diaria es detestar la comida, contar calorías, vomitar, tomar laxantes, estar hiperactiva o apática, esconderse de los padres-amigos, novios, profesores, etc. Noté que, como seguidores de una religión, consideran que son superiores a los demás. Su devoción hacia Ana y Mia y su creencia de que ellas están a su lado son inamovibles; cual seguidores de un Dios de cualquier religión las aman y las temen.
Muchas de estas princesas llevan años haciendo visitas al hospital, son tratadas por psicólogos, y casi todas arropadas por su familia –normalmente de clase media-alta, si esto significa algo-, pero ellas les tachan de estúpidos, les engañan en todo momento y se abrazan en soledad a Ana o Mia porque son sus mejores amigas. Su vida sólo la entienden junto a ellas, y aunque casi todas muestran resignación en algún momento quieren lucir sus huesitos a pesar de seguir así para toda la vida. En lo único que coinciden (la mayoría) es en no querer morir. No sé si están locas, si en realidad les merece la pena, si son heroínas en un mundo de inconsecuentes, si como ellas dicen, la sociedad tiene la culpa o si la tienen ellas... Sea como fuere, yo prefiero seguir siendo mediocre, mirar desde la barrera, compadecerme, horrorizarme y en ocasiones, por qué no, admirar a estas princesas que sacrifican la vida por lo q consideran la perfección...